La migración es un tema que está en boga, no sólo en Chile, sino en el mundo entero. Nosotros mismos hemos sido migrantes por muchos tiempo, y hemos sufrido por años el estigma de ser tratados como sub desarrollados y ladrones, gracias al mal comportamiento de varios compatriotas.
Hoy en Chile tenemos una gran afluencia migratoria, y dos noticias nos remecen este último tiempo, relacionadas ambas con migrantes: la primera muy negativa, sobre migrantes dominicanos que asesinaron a una chilena por pedirles que bajasen el volumen de la música; la segunda igualmente negativa y con los mismos actores, pero con papeles invertidos: un chileno agredió a un haitiano sin provocación previa mientras este ejercía sus labores de trabajo, por el sólo hecho de la rabia que le provocaba que un extranjero estuviese haciendo el mismo trabajo que él.
Teniendo estos dos casos, da para pensar ¿Es el problema realmente el migrante, o el problema es la violencia que impera en la sociedad? ¿Es justo generalizar y estigmatizar a un grupo humano sólo por un hecho aislado? ¿Nos convierte acaso la actitud de este chileno a todos en unos xenófobos con instintos violentos, o convierte acaso la actitud de esos dominicanos a todos en unos homicidas? La respuesta es clara para una persona medianamente razonable.
El problema a mi juicio, no radica en las costumbres de los extranjeros, sino en que se debe dar derechos con su contrapartida de obligaciones. Cualquiera persona puede venir a nuestro país, pero si viene, debe venir para ganarse la vida de forma honesta, adaptándose a la cultura que tenemos acá, respetando nuestras normas sociales, acreditando que será un aporte social y no sólo un ciudadano que piensa gozar de las prestaciones que ofrece nuestro país a costa de nada. Es lógico que si yo voy de visita a una casa y me están dando techo y alimento, me preocuparé por ser agradable y lavar los platos, o aportar de alguna manera para no ser una carga para los demás, y por supuesto, respetaré las normas de convivencia que me imponen dentro de ese hogar, pues como decía sabiamente mi abuelo "Donde fueres, haz lo que vieres" ... Por el contrario, si llego de visita a esa casa y trato de imponer mi modo de pensar, dejo la loza sucia, no soy capaz de ordenar ni limpiar, espero que me mantengan y me den todo gratis, y en definitiva, me comporto como una persona non grata ¿Con que cara después podré alegar si me echan a la calle?
Cierro esta reflexión destacando otra noticia es de gran importancia: según se registra, a la fecha, el hospital San José ha tenido 441 partos de mujeres haitianas ... estos niños han nacido en territorio chileno, y tienen los mismos derechos que cualquier otro niño nacido en un hospital del país. Nuestra Constitución, en su artículo primero, establece un principio claro "las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos"... La migración es una realidad, y están naciendo hijos de extranjeros en Chile. Debemos respetar sus derechos según nuestra Carta Magna y tratados internacionales, pero a la vez, debemos exigir que si ellos quieren ser tratados como ciudadanos, se comporten según las leyes jurídicas y sociales de nuestro país. Lo que se píde no es algo ilógico, ni discriminatorio, sino algo razonable y justo.
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